Me pierden, me golpean la cabeza, me incitan a imaginar,
torrentosos, groseros, intensos y placenteros.
En mí la violencia de un asesino fatal, porque quiero matarlos o devolverlos a su lugar original.
Crecen en mí y se quedan dentro porque quién debería recibirlos no está.
¿No está o no existe? Mi cordura no funciona ya,
que importa, dá lo mismo, la cuestión es que en mi interior se expanden como un abismo,
y llegará un día en que me van a partir en dos.
Si me va bien, encuentro unos profundos ojos, oscuros y majestuosos,
que de un golpe recibirán mi fuerza y la absorberán, dando paso a la ternura.